Para orar en la tentación
Sea por siempre
bendito tu nombre (Tob. 3, 11), Señor, porque has
permitido que viniera sobre mí esta tentación y esta aflicción. Yo no puedo
evitarla y necesito refugiarme en ti para que me ayudes y me la conviertas en
bien.
Señor, ahora me
encuentro bajo el peso de la tribulación y mi corazón no se halla sosegado,
porque la presente pasión me atormenta mucho.
¿Qué te diré,
ahora, Padre amado? Estoy rodeado de angustias. Líbrame de este trance.
Pero no, pues para esto llegué a esta hora (Jn. 12, 27), para que tú seas
glorificado cuando yo me vea muy humillado, y luego liberado por ti.
Dígnate, Señor,
socorrérme (Sal 39, 14), porque yo, pobre, ¿qué podré hacer y adónde podré
ir sin ti? Una vez más, Señor, dame paciencia. Ayúdame, Dios mío, y no temeré
por muy grande que sea mi tribulación.
Y entretanto,
¿qué te diré? Señor, que se cumpla tu voluntad (Mt 26, 42). Esta
aflicción y angustia la tengo bien merecida. Es necesario que la sufra, ojalá
con paciencia, hasta que la tormenta pase y sobrevenga la calma.
Poderosa es tu mano omnipotente para apartar de mí también la tentación y mitiga su furor para que no sucumba totalmente, de la misma manera que lo has hecho muchas veces antes conmigo. Dios mío, misericordia mía (Sal 58, 17) Y cuánto más difícil es para mí, tanto más fácil es para ti este camino de la diestra del Altísimo (Sal 76, 11).
--- Cap 29, Libro 3, Imitación de Cristo--- Tomas de Kempis
Comentarios
Publicar un comentario